Yo tenia 4 años cuando ocurría el terrible y doloroso terremoto de 1985, fecha fatídica en la memoria de mi madre que aun guarda su accionar ante tal desgracia; la realidad es que no recuerdo nada de ese tiempo. 32 años después, un martes 19 de septiembre de 2017 a la 1:45 de la tarde, quedara como un duro recordatorio la fragilidad de la que todavía somos victimas, un terremoto de 7.1 grados penetro en la memoria colectiva para hacer evidente su presencia una vez mas en un país que aun merma cada año el estado anímico de tiempos pasados, y que ahora no solo comparte con las nuevas generaciones el dolor y pánico, también comulgan el milagro del corazón humano y su fuerza ante la desgracia.

Todo pasaba como una semana cualquiera cuando ya ineficiente era el sonido de la “alarma sísmica”, aun cuando un mega simulacro seria la antesala del verdadero temblor, si bien ya sentía lo trepidatorio del movimiento, no seria suficiente para derrumbar mi lugar de trabajo, sin embargo continuó con movimientos oscilatorios, los cuales al sentirse con mayor magnitud comenzaban a cambiar los semblantes en los rostros de los compañeros y vecinos que fueron vaciando los inmuebles, el miedo poco a poco se fue apoderando de las personas que rezaban y miraban a su alrededor esperando lo peor. Así comenzaba una realidad que nadie esperaba y otros tenían una regresión de tiempo recordando un día de 1985; mi andar fue desde Perisur con rumbo a el centro de la ciudad, todo esto a pie por el cierre de circulación y servicios de transporte sobre la avenida de los Insurgentes al sur de la ciudad, cámara fotográfica en mano trataba de retratar el desesperar y caos que se comenzaba a gestar, preguntaba a una oficial de seguridad publica si había reportes preliminares, ella solo se limito a responderme que no tenia información, solo que al parecer el movimiento telurico seria de 6.8 grados (equivocada estaba), seguí el paso de contingentes que transitaban a pie rumbo al norte, aun no teníamos información detallada del siniestro por el corte de señal en los teléfonos, un empleado del corporativo de grupo Elektra se acerco para comentarme que su edificio sufrió graves daños y que fueron evacuados por ordenes oportunas de su director, gran acierto.

Mientras seguimos en camino a encontrar algún medio de transporte que pudiera acercarnos a nuestro destino, note que la gente comenzaba a dar aventones a los que caminábamos por la avenida, mientras me acercaba a Ciudad Universitaria pregunte a personal de seguridad por el estado de la máxima, los cuales con un poco de confusión, confirmaron el desalojo del alumnado de todas las facultades, arrojando datos sobre los múltiples escombros y daños en Ingeniería, Medicina, Química, etc; sin proporcionar un saldo real de las instalaciones.

Logramos llegar algunas almas a Miguel Ángel de Quevedo donde el metro recupero su servicio, lo aborde para dirigirme a Etiopía, se notaba que su funcionamiento no era al cien por ciento, sin embargo era prioritario desplazarme, llegue a mi destino solo para ser golpeado con noticias que no llegaban donde estaba, el edificio del Servicio Nacional de Empleo (SNE) se encontraba con graves daños; ese seria el primer plano de un panorama que me esperaría en mi andar, edificios fracturados, rostros desencajados, se sentía el miedo y confusión. En un recorrido por diferentes puntos, me topaba con las mismas condiciones en cuanto estructuras dañadas y ciudadanos queriendo entender los sucedido. Este relato lo hago desde mi perspectiva, donde pude ver el arrojo y brillo del ser humano por ayudar, la organización que supera en demasía a la política y demagogia, suplida por el corazón de personas que simplemente se dedican a sumar esfuerzos para tener el menor numero de bajas, asistiendo a su prójimo no importando nada, nuestra verdadera fuerza radica en su actuar para los demás, ayudar para resolver, comunión de ideas y pensares a favor de todos, eso es México, eso es la resistencia…

#FuerzaMexico

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