El extraño del lago es una de esas películas que hay que darse la oportunidad de ver y apreciar, pese a algunas complicaciones para el público más casual.
En primera instancia su temática y tratamiento pueden crear tensiones en el espectador. Habrá quienes jamás intentarán siquiera acercarse a una copia, también habrá quienes desafiaran sus límites de tolerancia e irán a verla pese a sus prejuicios. Sin importar cuál sea el caso, la cotidianidad y apertura con qué se muestra un erotismo y promiscuidad homosexual tan tabú, incluso para la comunidad misma, puede alejar, sin pretenderlo, a un porcentaje considerable de posibles film videntes.

Si, la película está llena de desnudos; hay más escenas de desnudos qué escenas con ropa. Si, está llena de sexo, en gran media explícito y altamente gráfico. Aun así esto no debería ser un impedimento. Basta con no proyectarla a tus niños su crees que aún no entienden esas situaciones y no espantarse si se haya uno excitado a lo largo de ésta. Si bien toda la situación se da lugar bajo este contexto cabe sugerir el hacer los prejuicios a un lado para apreciar su gran conjunción de elementos.
Por otro lado está el tema de su ritmo. No es la primera ni será la última película qué nos desafía  a seguir escenas qué pretenden ser ultra realistas y por consiguiente poco ágiles. Si se da la apertura de explorar las sutilezas de la interpretación de los actores, más qué cansadas, las secuencias se vuelven profundas y nos encontramos inmiscuidos en el flujo de las emociones. Esto puede atribuirse a que la trama lleva una velocidad más parecida a un flujo de pensamiento natural.

En tercer lugar se encuentra su falta de música. Los largos silencios pueden llegar a ser irritantes si no se les hayan sentido. En un principio había llegado a la conclusión de que por emular la naturaleza en qué se envuelve la cinta, la música quitaría foco de los silencios (qué más a detalle son sonidos del exterior) pero dándome aires de poeta percibí estos ruidos cómo la música misma qué jamás abandona y por el contrario con ayuda de la fotografía da pistas de las situaciones, crea tensión y distinción y se vuelve un personaje más.

Una vez tratados estos puntos queda expuesta la verdadera esencia del filme. Se nos presenta se manera angustiante un hibrido de drama y thriller; digo angustiante, porque al menos en este caso los géneros pereciera rogaran no ser mezclados. Por un lado tenemos todas estas escenas graciosas e incomodas donde conocemos a profundidad los personajes, nos vemos atraídos por ellos y no enamoramos con ellos. Por otro lado tenemos esta situación peligrosa, excitante pero turbia y hasta cierto grado inverosímil, dependiendo de la lectura. Ambos géneros se dan lugar en la misma película, bajo el mismo tratamiento, estilo y técnica. Es como ver dos películas del mismo director, lo que permite coerción, es el increíble trabajo del entramado de la edición, pese a un comienzo no tan armonioso al paso del tiempo ambos quedan tan bien trenzados que difícilmente se distingue uno del otro.

Franck (Pierre Deladonchamps) haya su objeto de deseo en Michel (Christophe Paou), un hombre que destaca entre los otros tantos que buscan placer entre la maleza de un denso bosque a las orillas de un hermosos lago color turquesa. Ambos representan un grave peligro para el otro pero aun así la pasión les enamora y desencadena la tragedia. El cast no podría mejorar y las actuaciones frescas reflejan un trabajo de dirección digno de sus galardones.

Hablaba antes de incoherencia y a lo que me refería principalmente era a las posibles fallas que la construcción del personaje de Michael nos muestra. Al principio se le observa frio y calculador, pero al borde del final se le muestra impulsivo e inconsciente. Creo que un buen thiller requiere de una excelente construcción de su antagonista y en este caso la única justificación que encuentro (y solo gracias a la ayuda de un experto) es que mi lectura fuera errónea y siempre haya sido él un ente pasional. Esto no me satisface del todo porque me cuesta creer que Alain Guiraudie descuidara este aspecto cuando hizo una propuesta visual tan nutritiva y detallada.

La experiencia visual en conjunto con la ya mencionada sonora es lo que hace de este filme digno de ser visto en la pantalla más grande y el mejor sondo del que podamos hacernos. Se aprecia un cuidado plástico del dialogo entre los colores del cielo, el agua, la vegetación, la arena y la piel; roban escena y actúan en conjunto con los actores. Tienen personalidad y conflictos propios, son expresivos y alimentan la trama. El sol, el viento, insectos y otros tantos elementos intervienen sutilmente para explicar lo que estamos viendo. Prestar atención a estos detalles enerva los sentidos y te transporta al sitio.Este trabajo imperdible es en tantos sentidos tan inusual, refrescante e incitante que merece la oportunidad de todo espectador. Prepárense para una sensual tarde de pocos sobresaltos, a la orilla del lago, esperando a que alguien muera.

Por Christopher Navarro

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