Los cambios son algo inevitable, un constante andar de tiempo que nunca para y al parecer golpea con fuerza a cada generación que vislumbra el mundo con ojos que lo conciben de manera viviencial, creando psiques muy alternativas y quizás distorsiones que dan confort para cada individuo, aunque busquen algo similar pero como teléfono descompuesto altera el fin de ese destino.

Explicar lo que músicos, bandas, sellos disqueros, managers, promotoras y demás elementos han creado, como una industria actual (que a manera personal la considero antagónica) seria entrar en temas de discusión extensa. No excuso a los medios como participes en una demolición de ideas tergiversadas que no generan la capacidad para que esa “industria” sea creciente y beneplácito para todos; sin embargo el luchar por espacios e identidad, nos ha llevado a la sobre exposición, creando puertas que ya han sido emparejadas por la vieja escuela para el paso libre de cualquier manifestación musical, convirtiendo en cenicientas mediáticas el esfuerzo de los que buscaban un objetivo (cualquiera que ese fuera) “artistas merecedores de atención” que olvidan el por y para que se realizo tanto trabajo.

Como una falla en el sistema instaurado, vemos desfilar producto de consumo para la ingesta de una población apacible, no obstante, muy inteligente y arrojada, deberíamos de aplaudir que las cosas han tenido un cambio, pero, ¿ese era el fin?, ¿ese era el camino? ó ¿ese era lo que buscábamos?, preguntas saltan de manera natural para tildar los acontecimientos que han dado píe a una camada que pareciera desconocer su estirpe.

Es una lastima que las provocaciones discursivas generadas por la música en tiempos de redes sociales, se limiten a solo ofrecernos planos de estrellas y fantasías amorosas estériles, alimentando la apatía que contradictoriamente quiere cambiar al mundo con frases y retorica lánguida; inefable su momento pero carente de razones para seguir construyendo una estructura que tarde o temprano colapsara. Algunos músicos le han dado la espalda a esa bandera que tan fervientemente defienden como “símbolo” de su independencia, creando brechas marcadas, donde los caminos construidos son factibles para lograr el objetivo, esto no quiere decir que diferentes vías no lleven a buen puerto, solo reitero que estamos en ese mismo barco, navegando en un mar sorteando tormentas para ambos. Me topo con agrupaciones que no tienen respeto por el trabajo que de a poco vamos construyendo en este tan desgastado mote “independiente”, rechazando ofertas que consideramos un paso mas en su andar, que suma escalafones para su ascenso, entonces ¿como ofrecer respeto para lo que hacen? nos guste ó no nos guste, recordar que como medio alternativo también tenemos aciertos y errores, también invertimos recursos, también corremos riesgos y sobre todo mantenemos al margen nuestra mucha ó nula influencia para el auditorio que alcancemos, nuestra humilde forma de ofrecer la música, sin prostituirla.

Ya vendrán razones suficiente para coincidir ó para dejar de hacerlo, concentremos las acciones para que la música siga sonando, aunque nadie nos dijo que nos dedicáramos a los que nos dedicamos, pero aquí seguimos, tu en tu circuito tambaleante y nosotros en una trinchera casi olvidada.

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