Con el teatro a reventar, concluyó este 25 de mayo la temporada de La Casa de los Espíritus en el Centro Cultural San Ángel. Familiares, amigos y seguidores del talento llegaron temprano para asegurarse un buen lugar entre el público. Ansiosos se aglomeraron frente al acceso principal queriendo adelantársele a los centenares de personas que pronto buscarían también sus asientos. La fila interminable que se formó en la taquilla de hecho logro retrasar el inicio de la obra por alrededor de media hora. El teatro, también conocido como López Tarso, tiene una capacidad de al menos 384 localidades pero había tanta gente que el staff del teatro se vio obligado a colocar sillas de plástico adicionales a lo largo del pasillo central y en los costados para satisfacer la alta demanda de la función.
Dada la tercera llamada la obra transcurrió sin mayores incidentes y con una gran aceptación por parte de los espectadores. Tomás Rojas, Sonia Franco, Maya Zapata, Johanna Murillo, Hamlet Ramírez, Avelina Correa, Pilar Ixquic Mata, Marcos Gracía, Guillermo Villegas, Daniela Schmidt y Amelia Zapata hicieron gala de su experiencia y dominio de la escena. Al concluir, la energética respuesta del público fue inmediata. Los aplausos inundaron la sala para recibir a Atrús en el escenario quien se tomó la oportunidad de agradecer a la asesora de dirección, Camilla Brett, a la diseñadora de escenografía e iluminación, Ingrid SAC, al diseñador de vestuario, Emilio Rebollar, y a la directora musical Deborah Silberer en adición al resto del staff.
Para los que no tuvieron la oportunidad de verla, La Casa de los Espíritus fue una adaptación de la novela homónima de Isabel Allende escrita por Isabel Svich y dirigida por Atrús Chávez. En el montaje destacó por su interpretación del realismo mágico; éste se tradujo en una escenografía surreal y empalmes de planos espirituales. Alba busca en los cuadernos y diarios de sus ancestros las respuestas a sus infortunios y es precisamente sobre unos libros descomunales que la narración cobró vida. Es a través de su lectura, análisis y juicio que vive en forma de espectro el pasado de su genealogía. Ésta fue una solución bastante inteligente considerando el gran número de escenografías distintas que tendrían que haber construido para todos los cambios de locación que propone originalmente la historia. En general las actuaciones, aunque a veces saltaban entre tonos erráticamente (por alguna cuestión de dirección), fueron bastante equilibradas y si bien, algunos momentos de alta emotividad sólo podrían haber sido apreciados al máximo en un close-up cinematográfico, intensas y vibrantes actuaciones como la de Daniela Schmidt en el papel de Tránsito Soto (una prostituta con vocación y visión) levantaron los estándares de la producción. Entretenida, graciosa, reflexiva, y aunque para algunos, un poco larga, fue un excelente montaje que, de presentarse la oportunidad de nuevo, sugiero ir a verla.