Trafico clásico de un viernes de quincena en la CDMX, hay un rió de automóviles a velocidad lenta en Viaducto Miguel Alemán, tanto que mi desesperar solo se remite a exclamar “chale avancen”, compañía amistosa que hace el trayecto un poco mas llevadero y mientras tanto comienzo a ser victima de mis emociones por llegar al llamado “Domo de cobre”, el tiempo parece derretirse en mis ojos cada vez que veo el reloj, minuto a minuto empiezo a perder la paciencia pensando en esta gran explosión demográfica.
Logro relajarme un poco con la estación de radio que suena en ese momento, pero es solo es un placebo momentáneo para soportar el avance del tiempo nocturno, 8:20, 8:30, 8:40 y dentro de mi, grito, “nooooooo…”, el boleto del sistema monopólico marcaba en su impresión 21:00 hrs en que daría comienzo el fiel compromiso que tendría con Steven Patrick Morrissey, si, esa figura controvertida, amada, odiada pero sin duda un artista que colecciona aplausos de multitudes. 8:50 pm y el jinete del volante da una desviación atinada para llegar al destino y encontrar estacionamiento de inmediato, descendemos del auto después de un cobro excesivo por resguardar el automóvil, pero ¿eso que importa? cuando logramos la misión; paso apresurado entre hordas de fanáticos nostálgicos de todo tipo de estratos sociales, desde “chavorucos” mayores hasta el “hipster” de mediana edad pasando por algunos padres con sus hijos, todos convocados por esta religión llamada Morrissey.
Puerta 7 y rápido a formarnos en una fila no tan nutrida, escaneo de boletos y logramos cruzar para dirigirnos a las entrañas del Palacio de los Deportes, al igual que nosotros gente agiliza el paso en una caminata que se siente maratonica, ¿que sección tienes?, pregunto a mis acompañantes, “E” no recuerdo que numero me dicen, mis ansias se apoderan de mi, avanzamos sin rumbo y algunos gritos me vuelven a este plano diciendo “boletos por aquí para colocarlos en sus asientos” ni los pelamos solo seguimos adelante, “wuey aqui es” palabras que tienen todas las flores del mundo, tengo que entrar al baño a tirar el miedo soportado en el trafico, 9:05 pm y de repente otra ola de gritos, un “ya salio, ya salio” en mi cabeza merodea punzante, me dirijo al interior y es predecible el resultado, cuerpos ocupando hasta el mínimo espacio; tengo el asiento 12 de la fila F, que se puede esperar si ese boleto fue un milagro conseguirlo pero situado me digo “esta de poca madre” justo frente al escenario con vecinas me parece que rusas de mi lado derecho y un par de jóvenes cerveceros del lado izquierdo, todo eso es lo menos importante cuando suene el primer golpe en la batería o el rasgueo de la guitarra, pasa el tiempo y acondiciono mi mente con los vídeos que pasan en la pantalla del escenario, desde “The Clash” hasta los “Sex Pistols” eso prende a cualquiera.
La espera se va prolongando cuando poco mas de las 21:30 hrs, Moz hace su aparición haciendo olvidar la espera de tantos años en los corazones de todos los asistentes; “Familia”, “Familia” es un catalizador para que el rugido despampanante se clave en todos los oídos y así comienza la explosión con “Suedehead“ pasando por canciones como “How Soon Is Now?” ó “There Is A Light That Never Goes Out” recordando a los inmortales The Smiths, la noche avanza y el setlist es bastante diverso, temas como “Everyday Is Like Sunday“, “Kiss Me Alot“, mi esperada “You’re The One For Me, Fatty“, “You have killed me” y la gran “First of the gang to die” hacen que mi sudor sea justificado, mientras mi vecinos ya algo atolondrados por la ingesta de cerveza, se descamisan cual estadio de fútbol, un domingo en C.U., mientas mis vecinas europeas las noto un poco frías en sus aplausos, bueno cada quien lo digiere como quiere (sin albur); canciones como “Meat is Murder” nos mostró un lado bastante consciente en el consumo de carne industrializada y el poco respeto animal, coincidiendo contradictoriamente con la celebración del “Día del taco”, el chiste se cuenta solo.
El toque político llegaría cuando Moz se dirigiera a Trump con ironía “ese muro lo mantendría afuera”, ademas de las playeras de los músicos al final de la presentación con la leyenda “Fuck Trump” sin duda sabemos que contamos con el apoyo del cantante en políticas anti-inmigratorias. Ya cerca del final en un vaivén emocional, un escenario modesto, iluminación hipnótica y sonido un poco victima del rebote; mi conclusión es que las grandes producciones, no siempre serán rival para lo importante de una presentación, la música y el desbordar de pasiones conectadas entre gente y artista darán forma siempre a un concierto. Poco mas de las 23 hrs me dirigí al automóvil con mi ancha sonrisa y con clara evidencia de sentirme retribuido por una deuda que fue mas que saldada…